La sal de la tierra, de Sebastiao Salgado

La sal de la Tierra es el último documental rodado por Wim Wenders. En esta ocasión codirige con Juliano Ribeiro Salgado, hijo del fotógrafo Sebastiao Salgado, que es el personaje analizado en la obra. La sal de la Tierra, el ser humano, lleva toda la vida siendo analizada por el fotógrafo: un estudiante de economía que pronto se recicló en fotógrafo, sin tener apenas formación o conocimiento del medio, y se marchó a la aventura. Sus virtudes fueron la curiosidad y una asombrosa capacidad para entablar relación con otras personas. Detalle que queda patente durante la filmación.

Su obra, analizada durante los 100 minutos de documental, abarca los pueblos aislados de Suramérica, los movimientos migratorios, África, los campos de refugiados, el mundo obrero en distintos puntos del planeta y, finalmente, la naturaleza. Las imágenes en vídeo, actuales y de archivo, se combinan con fotografías de Sebastiao Salgado y sus palabras analizando lo que ve. La cámara, situada frente a él, hace que su cara abarque toda la pantalla como si el fotógrafo hablase directamente a cada espectador.

Durante la primera parte del documental hay un tono amable. Se diserta sobre las minas de oro brasileñas, la infancia y juventud de Sebastiao Salgado y sus primeros viajes a la América más profunda

Del tramo central no se puede decir lo mismo, sus visitas a África con la coordinación de ONGs y lo que encuentra en Ruanda o el Congo son extremadamente duras. Las fotografías del hambre y los muertos bajo la voz de Sebastiao Salgado, que mira a cámara mientras mantiene un tono de voz duro pero cálido, sin caer en la emoción, no tienen escapatoria para el espectador. Cuarenta segundos de imagen fija en la fotografía de un niño muerto de hambre, huesos, muertos en las cunetas, personas andando durante seis meses sin nada que comer, el hambre, la impotencia… Mientras tanto, él describiendo lo que vio y los espectadores en el cine suspirando o llorando, alguno incluso que se levanta de la butaca y no vuelve. Como a tantos periodistas, el genocidio en Ruanda le dejó en medio de una depresión. No creía en nada, afirma el fotógrafo sobre su situación personal al salir del país.

Después, la naturaleza. El fotógrafo prefiere descubrir paisajes y apartar su cámara del drama humano. Al menos hasta su visita a la tribu aislada del hombre contemporáneo que tiene un cuerno implantado en el inferior de la mandíbula. Desea mostrar la posibilidad de otro modo de vida que sea respetuosa y ajena a la maldad.

Al final, ya anciano, cuenta su vuelta a Brasil, la desertización y el deseo de reforestar la tierra donde creció. Describe el Proyecto Terra que creó y en el que trabaja. Al igual que el Cándido de Voltaire, tras recorrer el planeta y ver las miserias del ser humano, ¿dónde se puede encontrar más tranquilidad que cuidando de su propio huerto?

El documental es bueno, la sala estaba llena y la sensación al salir desoladora. Todos felices y traumatizados por las imágenes de la pantalla. La sal de la Tierra merece la pena, es un documental sincero y sin excesos, algo que no se encuentra habitualmente en la cartelera.

(Entrada publicada el 20/01/2015 en mi anterior blog)

Escríbeme a ekaitzortega(arroba)gmail.com

Be first to comment