Dos momentos del Spielberg más comprometido

steven spielberg

Steven Spielberg se ha movido en su extensa carrera entre la militancia y el cine más comercial. Nos podrá gustar en la medida que simpaticemos con el mensaje, pero su coherencia visual e ideológica es poco menos que intachable. En el último año ha dirigido dos estrenos: la olvidable Ready Player One y Los archivos del Pentágono. En un primer momento, los presentimientos sobre ambas películas estaban cruzados, la divertida obra de ciencia ficción parecía más interesante que una obra con aspecto de telefilme. Sin embargo, en esta última encontramos una película valiente y llena de un mensaje actual que puede considerarse polémico.

Está en auge la discusión sobre la veracidad del periodismo en la época de las fake news y la independencia de las grandes empresas a la hora de informar. En la desorientación que pueden sentir muchos ante alarmas como la presidencia de Donald Trump, el periodismo debe usar todas sus herramientas para encauzar la capacidad de análisis del ciudadano. Steven Spielberg es consciente de ello y no es casualidad que su película hable sobre la dignidad del oficio, las mentalidades utópicas, el feminismo y las presiones que sufren los periódicos.

En referencia a esto, hay dos momentos en Los archivos del Pentágono que quiero reivindicar.

El primero ocurre cuando los protagonistas debaten si publicar la información y desobedecer al gobierno de Richard Nixon. La dueña del periódico delibera, rodeada por todos los grupos de presión: miembros del consejo directivo, abogados, lobbies y personas afines al gobierno. Desde la distancia es observada por el director del periódico, símbolo de la libertad de prensa.

Cuando toma la decisión podemos ver cómo abandona el círculo de presiones para aproximarse a la que será su nueva guía: la anteposición de los intereses generales sobre los económicos.

los archivos del pentagono los archivos del pentagono los archivos del pentagono

Este es un momento que carece de crescendo y se muestra al espectador como una escena más. Pero la situación de la cámara, la colocación de los personajes en los espacios de la imagen, el blanco del vestido que atrae la mirada frente a la oscuridad de los grupos de presión, el juicio que transmite el personaje interpretado por Tom Hanks, situado en el marco creado entre las cortinas de fondo y bajo la luz… Todo esto puede retrotraer a la narración en obras de Jacques-Louis David como El juramento de los Horacios.

Aristóteles decía que la epopeya muestra a la gente mejor de lo que es, y seguramente en la obra de Spielberg haya una intención similar. Lo importante para el director es su mensaje sin fisuras, aunque sacrifique muchos detalles por el camino, tal y como se ve en la parte final, donde evita la coherencia requerida al basar una obra en hechos reales y opta por su militancia. Esto se puede observar en el segundo momento de la película que quiero comentar.

En los que se esperan que sean los años del feminismo, el director se posiciona y la heroína de la película sale de los juzgados ignorada por otros medios de comunicación, pero, como podemos ver, admirada por quienes liderarán el futuro. Su paseo triunfal es acompañado por la mirada de mujeres que observan con orgullo. Jóvenes y ancianas de distintas razas, reivindicativas todas ellas. Llama la atención en este minuto clave que el único hombre que la mire sea negro.

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Los archivos del Pentágono no es una gran película, pero su director la embellece con la misma capacidad que transmitió mensajes de valía en un pasado. También los hubo nacionalistas y conservadores hasta lo irrisorio en otras películas, pero ante algunas amenazas necesitamos colocarnos en el mismo bando que quien las combate, independiente de que no se compartan gran parte de sus ideales.

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