La pinza de la nostalgia

La nostalgia, real o impostada, ha pasado a ser usualmente mercantilizada y utilizada como base para la creación audiovisual. Si ya estamos acostumbrados a que el ámbito de la literatura esté repleto de homenajes y catalogaciones en función del cliché del que se parte –Hola, soy Manuel y escrito una novela lovecraftiana…-, el mercado norteamericano ha apostado más fuerte de lo habitual por los remakes y secuelas en la última década. Al cine se le achaca la falta de inventiva en deferencia con el mercado televisivo, pero la verdad es que los últimos tiempos también encontramos abundante material de este tipo en las series.

Todo esto nace del visionado de Stranger Things. De la serie, bastante entretenida y limitada en algunos aspectos, me es difícil hablar sin hacer referencia a muchos de los comentarios leídos. Cada vez resulta más aburrido escribir sobre productos en los que las opiniones disonantes sobre su calidad son calificadas de haters por muchos aficionados. Era Theodore Sturgeon quien decía que “en los guetos, la producción intelectual se estanca debido a la incesante repetición de las mismas técnicas y modelos” y da que pensar, como el producto especialmente dirigido para un público concreto y sin más ambición que la de entretener desata tan encendidas opiniones.

No conviene confundir cerebral con cariñoso. Este último adjetivo está siendo muy usado a la hora de hablar de la serie de Netflix. La miga del tema está en todos los homenajes que hay a películas de los 80 y que funcionan mejor que la serie en sí misma, igual que el trato de los niños prototipo: el tímido enamorado que lleva un héroe dentro, el más espabilado, el tierno… Hace unos años pudimos disfrutar de una película que me transmitió sensación de calidad y ese subjetivo sentimiento llamado cariño: The Artist. Muchos recordarán la película de cine mudo, una agradable comedia que retrotraía a un tipo de cine imposible hoy día. La aclamada, y premiada con el Oscar, película fue un fenómeno puntual que no provocó una onda expansiva de trabajos similares. En cambio, la serie promete una segunda temporada el año que viene y se suma al incontable listado de historias con factura conservadora formal y temáticamente: una suma de clichés en distintas líneas argumentativas para aumentar la sensación de agilidad.

La nostalgia y lo que nos divertimos no es un referente de calidad. Creo que ser aficionado a un género o tipo de cine me hace disfrutar más una obra de esa clase cuando es buena, pero no debería hacerme ver una obra como sobresaliente si no lo es.

En fin, llama la atención la cantidad de series que son “lo mejor del año” o “clásico instantáneo”, tanto que debemos desconfiar y ser especialmente críticos cuando se habla de una, apartar la mirada de las campañas publicitarias que nos dicen cómo debemos entender la serie. Hay maravillosas obras que son capaces de resucitar géneros y dotar de identidad propia a ejes paradigmáticos, pero son contadas, no todos los años aparece un The Artist o Sin perdón.

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