La Rebelión de Orwell

George Orwell sufrió grandes problemas para publicar Rebelión en la granja. La Unión Soviética se había convertido en la gran aliada de Inglaterra en aquellos años y cualquier crítica al sistema estalinista debía ser acallada. Era más aceptable dirigir un comentario cruel a Churchill que al dictador Stalin.

Orwell presentó el manuscrito a distintas editoriales y, a pesar de su indiscutible calidad, ninguna se atrevió a publicarlo, lo que le llevó a guardarlo por un año. Mientras, siguió con sus artículos, cartas y avisos. La rabia hacia los que antes consideró en su mismo bando, y entonces veía como traidores, era palpable:

Ante todo, un aviso a los periodistas de ingleses de izquierda y a los intelectuales en general: recuerden que la deshonestidad y la cobardía siempre se pagan. No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético o de otro cualquiera y después volver repentinamente a la honestidad intelectual. Eso es prostitución y nada más que prostitución.

En el artículo La libertad de prensa muestra unos planteamientos que no se apartan demasiado de nuestra actualidad. Necesitamos buscar fuentes extranjeras o alejadas de los medios oficiales para encontrar la información más certera o menos manipulada.

Tal vez la prensa tenga algunos motivos de queja justificados, pero, en conjunto, la censura literaria de nuestro país ha sido principalmente de carácter voluntario. Las ideas impopulares, según se ha visto, pueden ser silenciadas y los hechos desagradables ocultarse sin necesidad de ninguna prohibición oficial. Cualquiera que haya vivido largo tiempo en un país extranjero podrá contar casos de noticias sensacionalistas que ocupaban y acaparaban espacios incluso excesivos para sus méritos. Pues bien, esas mismas noticias son eludidas por la prensa británica, no porque el gobierno las prohíba, sino porque existe un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que “no deben” mencionarse.

El mundo literario no está exento de la censura encubierta en las grandes editoriales, tan bienvenida por lectores y periódicos. En el arte, la escritura, también se criba. Se acepta remover un poco los principios del lector, pero de un modo superficial, con polémicas inanes y la pose macarra que le gusta al pequeñoburgues, que no se arriesgaría a enfadar a quien le paga. El mercado prefiere buscar la violencia gratuita antes que la provocación ideológica.

De todo ello resulta que, cuando en estos momentos se pide libertad de expresión, de hecho no se pide auténtica libertad. Estoy de acuerdo en que siempre habrá o deberá haber un cierto grado de censura mientras perduren las sociedades organizadas. Pero “libertad”, como dice Rosa Luxemburg, es “libertad para los demás”. Idéntico principio contienen las palabras de Voltaire “Detesto lo que dices pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo.” Si la libertad  intelectual ha sido sin duda alguna uno de los principios básicos de la civilización occidental, o no significa nada o significa que cada uno debe tener pleno derecho a decir y a imprimir lo que cree que es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse por los mismos inequívocos caminos.

El “no estoy a favor de X, pero…”, que tanto nos acompaña en las conversaciones, provoca que en los últimos tiempos no quiera juntarme con mucha gente. Soy consciente del problema, de la situación de connivencia existente, y prefiero no formar parte antes de ceder en mis principios. No hace falta una censura directa, basta con dar rodeos y pensar que el censurado no hablará para no caer en listas negras. Si el dinero ha pasado a ser el motivo/motor/objetivo, conseguirlo justifica todo.

Al final me he ido del tema, pero Orwell tiene los ideales suficientes como para reconducir el absurdo hilo de pensamientos y cerrar este pequeño desahogo:

Conozco todos los argumentos que se esgrimen contra la libertad de expresión y de pensamiento, argumentos que sostienen que no “debe” o que no “puede” existir. Yo, sencillamente, respondo a todos ellos diciéndoles que no me convencen y que nuestra civilización está basada en la coexistencia de criterios opuestos desde hace más de 400 años.

 

(Entrada publicada el 20/13/2014 en mi anterior blog y que rescato tras corregir algunos detalles)

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