Más verde de lo que creéis, de Ward Moore

La lectura de Más verde de lo que creéis me ha recordado a otras épocas, cuando en la adolescencia me dedicaba a descubrir los clásicos de ciencia ficción sin pudor ni prejuicio alguno. Parte de esa inocencia se ha perdido y muchas novelas que me encantaron no han soportado una relectura, sin embargo, esta obra de Ward Moore la he disfrutado a pesar de sus innumerables defectos.

La premisa de la novela escrita en 1947 es bien sencilla: un vendedor caradura contacta con una científica que afirma haber descubierto una fórmula para que la vegetación crezca con rapidez. Este personaje empieza a ofrecerlo de casa en casa hasta que lo prueba en la clásica vivienda ajardinada de suburbio estadounidense. Funciona, pero demasiado bien, comienza a crecer sin que puedan frenarla. La hierba coge altura y se expande lenta e inevitablemente absorbiendo barrios, la ciudad, el estado, países, continentes… Mientras esto ocurre, el personaje, que vendría a ser lo que hoy llaman un emprendedor, entra a trabajar en un periódico como periodista, hace contactos, invierte y acaba por ser el gran empresario de un planeta que sufre la aniquiladora expansión de la hierba que él mismo inició.

En Más verde de lo que creéis existen dos puntos positivos que salvan la novela. Por un lado, el caos que siembra la hierba y cómo esta se apodera del planeta. Mientras, se vive hasta una guerra entre estadounidenses y soviéticos o la construcción de un canal de Panamá enorme para separar los continentes e intentar frenarla. El otro punto es el estilo sinvergüenza, exagerado, vil y macarra de Moore a la hora de crear al protagonista y atacar con sus palabras al ejército, los científicos, académicos, mujeres, minorías étnicas, avariciosos y la vanidad estadounidense. No hay ningún personaje luminoso o entrañable, todos son un desecho de mala leche y egoísmo que concatenan decisiones equivocadas.

Dentro de la narración hay muchos defectos de estilo y un ritmo que va a trompicones. No hay reflexión, aunque tampoco se busque, y los tramos finales de la novela son de una exagerada repetición de situaciones. Pero esto no quita para que la haya disfrutado y me pregunte por qué lo que me ha funcionado en esta obra se me hace intragable en obras contemporáneas que buscan el mismo efecto de pasatiempo y homenaje a ejes de género bien conocidos por todos. Quizá sea por la originalidad de la obra en algunos aspectos, pero también porque, a pesar de lo deleznable de algunos tramos, comprendo su mala leche y la libertad que se toma el autor para dinamitar todo a su alrededor; esto es, no noto falsa provocación ni un escritor diciéndome “mira, mira”, sino un simple autor con bastante oficio que logra una obra entretenida y bien construida.

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