Padre & Hijo: todos condenados

Nada más abrir Padre & Hijo se encuentra la ilustración de una lata de cerveza marca Dirty Works. Parece barata, aguada, la clase de cerveza que se compra cuando solo tienes unos pocos euros en el bolsillo. Tras la novela, encontramos la misma lata: vacía, volcada, aplastada, ya sin rastro de la marca. Entre ambas ilustraciones parece que hemos tomado una docena de cervezas.

La novela se sitúa en 1968 y narra la salida de la cárcel de Glen Davis tras tres años de encierro. En la pequeña población de Mississippi donde vivía a nadie le ilusiona su vuelta. Como es habitual, el sistema penitenciario no ha servido para encarrilarle y el protagonista se muestra incapaz de integrarse en el sensible equilibrio social del pueblo, por lo que la confrontación con los otros habitantes resulta inevitable.

Padre & Hijo es la clase de novela que uno espera leer al acercarse a un libro de Dirty Works. Especializados en historias norteamericanas situadas en zonas rurales, en la novela de Larry Brown podemos encontrar un buen número de personajes que sufren una absoluta falta de oportunidades y están condenados a realizar los papeles que han nacido para interpretar.

Todos los personajes que rodean a Glen Davis podrían ser considerados arquetípicos: las mujeres sufridoras, el sheriff de buen corazón, el padre alcohólico… Si las motivaciones de cada uno se vislumbran desde el comienzo, el determinismo que impone la sociedad y la latente pobreza los conducen a medidas desesperadas. El autor se muestra muy capacitado para confrontarlos y no existen las relaciones plácidas, cualquier contacto entre los habitantes del pueblo está condicionado por un mal.

Existe un factor social que trasciende la obra en la intercalación de algunas historias de gran crudeza que pueden considerarse cercanas a la denuncia. La presencia de la policía no ofrece ninguna confianza y su insuficiente número provoca que sea una sombra fácilmente evitable. Los crímenes son numerosos y las detenciones casi aleatorias, cuando no vencen a motivaciones racistas.

Dentro de esta visión tan oscura que Larry Brown ofrece, apenas se pueden encontrar buenos sentimientos en los personajes. Hay momentos de dignidad y cierta esperanza, impulsos de protección que rozan la catarsis. En el clima de violencia se puede intuir cierto amor, pero no sin gran oscuridad.

Desde la primera página queda claro el estilo de Larry Brown. Maestro en la creación de ambientes a base de frases cortas y sentencias, el realismo sucio de su obra se traslada con detalle a cada momento. Todos hemos estado en los bares de los que habla y bebido la misma cerveza tibia. Al leerle se sienten los guijarros en los caminos de tierra y el sudor seco pegado a la piel. Con un estilo que puede parecer áspero para algunos lectores, la identidad de su sintaxis es clave para entender el perfil narrativo que trabaja:

En algún momento de la noche, alguien había clavado el mono a la barra con un picahielo que le atravesaba el tórax y allí seguía, atrofiado, con las palmas hacia arriba, como Cristo en su agonía final. Muchos le habían aplastado colillas encima. Alguien hasta le había pagado una copa. Otro le había cortado el rabo.”

De la traducción se encarga Javier Lucini, también editor de Dirty Works, quien vuelve a demostrar mucha solidez en su trabajo. Traduce con talento el estilo de Larry Brown y consigue que su prosa tenga el objetivo deseado por el autor.

Creo que debe quedar claro lo que el lector encontrará al adentrarse en Padre & Hijo. Aquí no hay sorpresas en cuanto al tema o la dirección que toma la narración. Habrá quien prefiera distanciarse de este género en busca de lugares más reconfortantes; igual que otros se perderán en las casi 400 páginas de la obra hasta acabar con el calzado sucio. Yo, tras leer Padre & Hijo, esperaré a que Dirty Works prosiga con la publicación de obras de Larry Brown para abrir, disfrutar y aplastar otra lata de cerveza como esta.

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