Políticos muertos

En la carta abierta que Norman Mailer escribió a Fidel Castro se pueden ver algunas de las ideas que muchos tenemos en la cabeza a la hora de hablar de nuestros gobernantes.  John F. Kennedy acababa de ser nombrado presidente y el escritor, que coincidió con él en algún evento, lo describió de este modo:

Me dio la impresión de ser un hombre valiente y complicado; sin duda, es inteligente. Pero pensé que tenía un defecto al que no pude dar nombre. No un defecto interesante, maligno, decadente ni extraordinario, sino más bien la sensación de que estaba muerto y apagado en pequeñas zonas en que algunos de nosotros todavía estamos vivos. Es posible que no comprenda algunas de las emociones necesarias y vitales de la mayoría de la gente, o que carezca de ellas.”

Para aumentar todavía más la cercanía que se puede sentir hacia esa descripción, Mailer confesaba que había sido la primera vez en doce años en que fue a votar. Por supuesto, a Kennedy.

Comento lo cotidiano de esa descripción al pensar en las elecciones españolas, donde muchos votan a políticos de los que opinan, sin ocultarlo demasiado, que son estúpidos o que tal vez sufren problemas mentales. Se debe admitir que puede ser complicado colocarse en la tesitura de defender la lucidez de muchos de ellos. Abandonar el beneficio propio en pos de la defensa de unos valores es un acto que se da en cualquier extremo ideológico, y este sacrificio puede verse en el apoyo a políticos claramente enfermos. Elias Canetti escribió extensamente sobre el tema en el voluminoso Masa y poder: el votar como masa a lo que nos perjudica de forma individual.

Es evidente que toda esta diatriba sin mucho orden, tan cercana en algunos aspectos a la entrada anterior, viene de las novedades electorales que acaban de llegar y de las que se avecinan. Al menos en la misma carta, Norman Mailer le escribió a Fidel Castro algo que deberíamos aplicarnos a nosotros mismos como votantes y activistas:

Es usted el único que puede mostrar al mundo que un revolucionario no pertenece a nadie, que no es posible predecir sus acciones porque está poseído por una visión: el revolucionario sabe que el mundo debe mejorar sin respiro o de lo contrario no habrá humanidad, sino únicamente superestados, maquinas interminables y hombres vacíos que huyen de la noche presas del terror de la eternidad.”

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