Sobre el Nobel a Bob Dylan

Quizá sea por llevar demasiado tiempo en las redes sociales o por un cambio de perspectiva, pero el caso es que hay multitud de debates que cada vez me importan menos. Tonterías de inspiración capitalista como qué prefieres, Pepsi o Coca-Cola, Nutella o Nocilla, o demás confrontaciones para autoproclamar los gustos propios me aburren y hastian por igual. Mi opinión son mis gustos y no debe importarme que sean aprobados o los que tienen los demás.

El caso es que como a cualquier aficionado a la lectura, la mañana del Premio Nobel de Literatura estuve más o menos atento a quién era el galardonado. Tengo mis favoritos, pero también entiendo que soy víctima de mi contexto y de que me llegan libros mayoritariamente hispanos y anglosajones escritos por hombres. Una de las cosas que más me gustan del Nobel es que premien autores a los que no conozco, que sea un modo para descubrir escritores que tendrán un mínimo de calidad. Ayer calculé que de los últimos veinte ganadores he leído algún libro de catorce de ellos, algunos antes y otros tras descubrirlos de este modo. Por poner un ejemplo, a Harold Pinter probablemente no lo hubiese leído si no es por el Nobel, solo hubiese sido otro más del 99% de los escritores a los que no llego.

Que haya ganado Bob Dylan me llevó a una serie de pensamientos rápidos sobre lo equivocado del galardón. Creo que la mayoría de lectores e indignados van por otra línea de pensamiento que trataré en el párrafo siguiente, pero a mí me molestan dos temas. Por un lado creo que hay gran cantidad de poetas muy superiores a él. No discuto su legado, pero sí su calidad. El mismo Adonis le supera con creces. Por otro, me apena porque, si querían premiar a un estadounidense, existen unos cuantos que seguramente no lo serán por las reglas no escritas de cualquier premio internacional.

Lo que más parece haber enfadado a muchos es que premien a un cantautor. Entiendo perfectamente lo que dicen, pero no lo comparto, aunque, como comento en el primer párrafo, tampoco tiene gran importancia. Más allá de comparativas con el Príncipe de Asturias a Leonard Cohen o de que la escritura nació para ser recitada y que lo que hoy estudiamos como cantares de gesta eran lo que eran, mi pensamiento sobre la escritura es un poco más abierto. Si se lo dieron al tristemente fallecido Dario Fo, ¿no se lo pueden dar a un guionista de series como David Simon? ¿Existe realmente una frontera clara sobre lo que es la literatura? Si lo gana una periodista, si lo gana un poeta, si lo gana alguien cuyas obras nacen para ser representadas y uno debe leerlas de ese modo, ¿no puede ganar un cantautor?

Más allá de excentricidades como el Nobel a José Echegaray o el que le regalaron a Winston Churchill -del que me leí sus dos tomos sobre la II Guerra Mundial y sí, pero no, de ningún modo-, a mí no me sorprendió demasiado lo de ayer. Me molesta por los motivos enumerados, pero un galardón como el Nobel siempre será falible, en cada edición, y nos podremos reír de que se lo den a una autora de nombre desconocido y laberíntico que vive en África –sin caer en que en el fondo somos unos racistas- o de que se lo den a un cantautor, pero siempre debemos asumir que lo hacemos desde un punto de vista subjetivo alejado de la altura moral para sentar cátedra.

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