Solo son naves espaciales

pensad en flebas

Hay una literatura a la que volvemos porque es un refugio. Puede ser buena o simple pasatiempo, obras maestras o best sellers de ínfima calidad. El caso es que a veces da igual y todo lector tiene un género, autor o tipo de historias que sirven de tanta ayuda como una conversación con alguien de confianza.

En mi caso es la ciencia ficción previa a los años 90. No todos los autores ni subgéneros, pero hay algunas novelas a las que vuelvo (o que todavía descubro) porque me consuelan cuando estoy deprimido o me ocurren desgracias.

Te hundes en la tristeza y sueñas con el espacio, con ser una mota de polvo flotando en el vacío y sintiendo que la maravilla a tu alrededor te aísla de cualquier dolor refugiado en ti. No hay cuenta atrás en tu planeta porque existen otras opciones. La magnitud de los viajes te ayuda a eliminar la nostalgia, porque es imposible sufrirla cuando sabes que vas a descubrir algo insospechado.

Sé que esto puede chocar con el discurso de enaltecimiento de la calidad literaria que se intenta trasladar, pero no es así en mi caso. No busco la calidad en los momentos que describo, aunque el resto del tiempo sí. Por eso compro las nuevas traducciones de obras que llegaron a España en ediciones sin ningún rigor. Pero no hablo del valor del género, sino del arte como salvación cuando hay poco más a lo que aferrarse.

Ahora combino el género con Gustave Flaubert porque la Francia pasada también llega a consolar cuando está tan bien escrita. Los sentimientos de hastío y repulsa son tan válidos en el París del siglo XIX como en la nave espacial de La Cultura, que a pesar de sus abrumadoras dimensiones solo es una pieza más en un universo que no cambiaría si desapareciese.

Alejarse a caballo o mediante una propulsión que el conocimiento humano desconoce. Lo mismo da.

Empecé a leer ciencia ficción a los 15 años y he tenido la oportunidad de dar alguna charla sobre el tema. El año pasado en el Cine Club de San Pol de Mar me invitaron a hablar sobre Blade Runner y una de las preguntas iniciales fue por qué me gusta la ciencia ficción. Respondí al momento que con el género me pasaba como con la película de Ridley Scott: llegaba por el espectáculo y me quedaba por las ideas. Una verdad a medias. En realidad me quedo porque me tranquiliza y consuela. Y eso hace que sobre cualquier explicación, incluso esta.

Escríbeme a ekaitzortega(arroba)gmail.com

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