Kanada: la condena de sobrevivir

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Han pasado tres años desde que escribí esta elogiosa reseña de El cielo de Lima. Guardo un gran recuerdo de la novela y debo reconocer que esperaba con ganas la siguiente obra del cántabro Juan Gómez Bárcena. En esta ocasión, su último trabajo ha aparecido en otra de mis editoriales favoritas, Sexto Piso, y puedo decir que de nuevo nos encontramos ante un cambio de registro.

El protagonista de Kanada sufre una grave desorientación vital tras estar preso en un campo de concentración nazi y carga con la condena de los que sobrevivieron: culpa, incomprensión, depresión… Su actitud es una negación a la vida, no quiere salir de casa y carece de ambiciones y decisión. Tras perder la iniciativa, se encierra en su antiguo domicilio, esclavo de la amabilidad y los cuidados de sus vecinos y de un trastorno que le lleva a analizar numéricamente su entorno. Es incapaz de observar la belleza de un libro, sino que cuenta las páginas, líneas y palabras.

También hay negación en la narrativa de la novela. El contexto se va desgranando con el paso de las páginas, pero existe un veto a términos habituales en novelas de esta temática, como son campo de concentración, holocausto, nazismo o II Guerra Mundial. Sabemos que estamos en Hungría después de esta guerra y antes de los enfrentamientos con la Unión Soviética, pero el texto escrito en segunda persona nos coloca en la piel de un personaje que bien podría ser el superviviente de otro conflicto bélico.

La novela se estructura en decenas de pequeños capítulos que se disgregan por temáticas y pequeños saltos temporales. Durante la primera mitad, antes del giro narrativo más importante, se lastra un poco la historia por kanada juan gomez barcenadetenerse en la rutina y obsesión del protagonista con el limitado entorno, en este bloqueo al avance personal resulta complicado sustentar la novela; después, la concentración de cambios, nuevos personajes y explicaciones añaden dinamismo y provocan que Kanada funcione mucho mejor.

Juan Gómez Bárcena demuestra mucha inteligencia a la hora de encajar reflexiones y virtudes retóricas en la historia. Es recomendable leer esta novela con tranquilidad para poder disfrutar de algunas piruetas estilísticas. Tras su anterior novela, veremos aquí mayor madurez y seguridad como escritor.

Innovar sobre lo que está mil veces contado es complicado. Podemos descubrir múltiples historias sobre el gran conflicto a nada que visitemos cualquier librería. Uno de los riesgos que se corre en estas novelas es que pronto se encasillen en un apartado ideológico o se comparen con otros autores. En Kanada quizá la referencia más evidente para muchos lectores sea alguna obra de Martin Amis, pero también hay una lucidez a la hora de observar lo humano y los detalles que me lleva a pensar en Max Aub.

Kanada es una obra arriesgada, alejada de lo que puede esperar quien llegue con El cielo de Lima en la cabeza. Creo que el acomodo es el primer síntoma de la decadencia, por lo que tomo el cambio de registro como un saludable ejercicio de ambición. Esta novela funciona y resulta muy notable en la definición y su abordaje de un tema tan complicado como es detallar el regreso del superviviente.

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