Manuscrito cuervo y Un hombre sin patria.

En el último mes he leído dos libros estupendos entre los que encuentro cierta similitud: Manuscrito cuervo, escrito por Max Aub es una antología con cuentos, u opiniones, de un cuervo que versan sobre la especie humana y sus motivaciones; el otro es Un hombre sin patria, de Kurt Vonnegut, compuesto por artículos de opinión escritos por el autor una vez sobrepasados los ochenta años.

Manuscrito cuervo, en una brillante edición de Cuadernos de Vigía, son las anotaciones que Max Aub escribió durante su reclusión en un campo de concentración francés allá por 1941. El autor, judío exiliado, recayó allí como tantos antifascistas que lucharon en la Guerra Civil Española. En estas notas, apuntadas por un cuervo que observa a los humanos de aquella cárcel, el ave trata de entender los conceptos humanos de dinero, patria, felicidad… y cualquier sentimiento que les impulse o motive. También refleja el organigrama del campo, quiénes son los presos y quiénes los guardas, y entre los presos, de qué modo se diferencian entre ellos. ¿Qué es un anarquista? ¿Por qué los comunistas no se entienden con los demás presos? ¿Cómo ha llegado allí ese húngaro?

Los Fascistas son racistas, y no permiten que los judíos se laven o coman con los arios.
Los Antifascistas no son racistas, y no permiten que los negros se laven o coman con los blancos.
Los Fascistas ponen estrellas amarillas en las mangas de los judíos.
Los Antifascistas no lo hacen, bástales la cara del negro.
Los Fascistas ponen a los antifascistas en campos de concentración.
Los Antifascistas ponen a los antifascistas en campos de concentración.
Los Fascistas no permiten huelgas.
Los Antifascistas acaban con las huelgas a tiros.
Los Fascistas controlan las industrias directamente.
Los Antifascistas controlan las industrias indirectamente.
Los Fascistas pueden vivir en los países antifascistas.
Los Antifascistas no pueden vivir en países fascistas ni tampoco en algunos países antifascistas.

Un hombre sin patria está compuesto por una docena de artículos y dibujos de Kurt Vonnegut. En ellos opina desde su perspectiva humanista y política sobre lo que ve a su alrededor. El autor, que se considera a sí mismo un humorista, narra en el primer artículo porqué se vio empujado hacia esa rama desde la infancia. Aunque toca distintos temas, como la escritura, su infancia o la familia, más de la mitad del tomo lo dedica a analizar su falta de esperanza en la humanidad. Se basa en sus experiencias vividas en la Segunda Guerra Mundial y el Estados Unidos en el que vive, gobernado por Bush, Chenney y su afán lucrativo a base de guerras. El autor no se muerde la lengua a la hora de criticar sin temor a su país y a la especie humana.

Por si no lo habían notado, debido a unas elecciones vergonzosamente amañadas en Florida, en las que se privó arbitrariamente del derecho al voto a miles de afroamericanos, ahora nos mostramos ante el resto del mundo como orgullosos e implacables amantes de la guerra, de mentón cuadrado y sonriente, con un armamento superpotente y carentes de oposición.

Por si no lo habían notado, ahora somos casi tan temidos y odiados en todo el mundo como lo fueron los nazis.

Y con motivo.

Por si no lo habían notado, nuestros líderes no electos han deshumanizado a millones y millones de seres humanos meramente a causa de su religión y de su raza. Les herimos y matamos y torturamos y encarcelamos cuando queremos.

Es pan comido.

Por si no lo habían notado, también deshumanizamos a nuestros propios soldados, no a causa de su religión ni de su raza, sino a causa de su baja condición social.

Mandémosles a algún lado. Que hagan algo.

Es pan comido.

El Factor O´Reilly.

Así pues, soy un hombre sin patria, excepto por los bibliotecarios y el periódico de Chicago In These Times.

Antes de que atacáramos Iraq, el majestuoso New York times aseguró que allí había armas de destrucción masiva.

Albert Einstein y Mark Twain renegaron de la raza humana al término de sus vidas, y eso que Twain ni siquiera había visto la primera guerra mundial. La guerra es ahora un entretenimiento televisivo. 

De hecho, lo que hizo especialmente entretenida la Primera Guerra Mundial fueron dos inventos estadounidenses: el alambre de espino y la ametralladora. La metralla debe su nombra a su inventor. 

El inglés Shrapnel. ¿no les gustaría que hubiera algo que llevara su nombre?

Ahora, al igual que Einstein y Twain, mucho más sabios que yo, yo también reniego de la gente. 

Como veterano de la segunda guerra mundial, debo decir que ésta no es la primera vez que me rindo ante una máquina de guerra implacable.

¿Mis últimas palabras? “La vida no es forma de tratar a un animal, ni siquiera a un ratón.”

El napalm salió de Harvard. ¡Veritas!

¿Qué nuestro presidente era cristiano? También lo era Adolf Hitler.

¿Qué podemos decir a nuestros jóvenes, ahora que personalidades psicopáticas, es decir, personas sin conciencia, sin sentido de la compasión ni de la vergüenza, se han apropiado de todo el dinero de nuestro gobierno y de nuestras empresas para quedárselo?

Las situaciones en las que escribieron sendos libros son muy distintas. Max Aub está en el campo de concentración  asi con cuarenta años: le queda toda una vida por delante y su historia se basa en la incomprensión hacia lo que ve a su rededor. Allí solo hay culpables y víctimas, y todos parecen ambas cosas. Kurt Vonnegut sabe que no le queda mucho de vida, en una ocasión comenta que todos los que fueron sus amigos ya han muerto, y aunque no escribe sobre su estado de salud, sí dice que es fumador de toda la vida y que pronto no estará allí. No tiene miedo a poner nombres a sus críticas y declarar lo que piensa.

Los libros tienen un humor distinto, el de Aub se encuentra en la cínica mirada que con la que el cuervo describe lo que ve, desde la anatomía de los seres humanos a las tonterías por las que hacen la guerra. En cambio en Vonnegut el humor trata de hacer más digerible el horror que ha sufrido, transmite mayor ternura y dolor. Este humor, como lo describe el norteamericano, está en todos los seres humanos, es lo que hace sentir vivo a cualquier desgraciado. Estando bajo tierra mientras los bombarderos ingleses asesinaban a decenas de miles de personas en Dresde, un soldado le preguntó cómo lo estarían pasando allí arriba. Nadie se rió, pero afirma que aquella broma le recordó que seguía vivo.

Son obras cortas, de fácil lectura, que en menos de dos horas están finiquitadas. Amenas y muy dolorosas. Testimonios de dos grandes escritores que sufrieron y vieron ante ellos lo peor del ser humano. Ambos sabían que todo es absurdo y que solo queda el arte, no parecían tener esperanza en un futuro mejor. En las últimas páginas de Manuscrito cuervo, se describe a decenas de presos políticos que acabaron en el campo de concentración: es un listado triste, con seres que están a decenas o miles de kilómetros de sus casas y que por razones casi incomprensibles para un cuervo, han acabado allí encarcelados. La acumulación de desgracias e incoherencias es abrumadora. Cuando termina de describirlos solo queda una demoledora frase dicha por el cuervo, finalmente consciente de que ha fracasado en un intento de entender a los humanos: Debe haber algo más.

 

(Reseña publicada el 20/06/2014 en mi anterior blog)

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