Sobre Podemos fabricarte

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Mientras que muchos autores clásicos continúan descatalogados, tenemos la suerte de ver cómo los libros de Philip K. Dick siguen reeditándose, y lo que es mejor, con nuevas traducciones. El último que ha vuelto a las librerías es Podemos fabricarte. La novela escrita sobre 1962, y publicada en 1972, es una de las grandes olvidadas de la extensa carrera del autor a pesar de su notable calidad.

Podemos fabricarte reúne algunas de las claves que resume Julián Díez en los prólogos de Sueñan los androides con ovejas eléctricas y Gestarescala. Siguiendo la clasificación de personajes característicos que enumera, aquí encontramos al protagonista masculino que puede considerarse el trabajador manipulable, Louis Rosen; la joven de la que se enamora, Pris, catalogada como la tentación morena; el poderoso que tambalea su estabilidad, Sam Barrows, el jefe demiurgo; y, en este caso, personajes históricos recreados como androides.

A modo de sinopsis, la novela empieza cuando una pequeña empresa de instrumentos musicales que va camino de la bancarrota desarrolla androides de Edwin Stanton y Abraham Lincoln cuya humanidad es casi mayor que la de sus creadores. Ante el nuevo mercado que parece abrirse, la multinacional de Sam Barrows trata de hacer negocios con ellos y absorber sus ganancias. En esta trama Dick se centra en el devenir de los personajes y los androides mientras la novela avanza poco a poco hacia un análisis de las enfermedades mentales y los tratamientos que se pueden realizar para subsanarlas.

Tal y como comenta el escritor Juan Francisco Ferré en su blog, un detalle muy interesante al afrontar la lectura es saber que el autor escribió la novela tras visitar por primera vez Disneyland. Esta nueva realidad temática y los robots del lugar debieron generar numerosas dudas en Dick. Pero cabe repetir, que aunque la historia se mueve de una narración a otra, de la trama sobre los androides y el mundo empresarial a la narración que versa sobre las enfermedades mentales, el hilo conductor siempre son las relaciones entre los protagonistas.

 

Androides en Podemos fabricarte

Robots, androides, replicantes, autómatas… En las novelas de Philip K. Dick encontramos numerosos ejemplos sobre cómo veía estos avances tecnológicos y las dudas que le generaban. A la hora de leer Podemos construirte existen dos debates sobre ellos: por un lado el que lleva la narración e incide en su fabricación, propósito y venta; por otro, el más recurrente sobre qué es la consciencia y la mirada de los humanos a sus -casi- iguales.podemos fabricarte portada

Desde las primeras páginas se entra en la cuestión de lo indistinguibles que son de las personas y se les pone a prueba en este aspecto. No hay debate ético sobre su fabricación, pero de un modo progresivo los protagonistas van encariñándose de ellos y usándolos en función a los conocimientos que tenían en su momento las personas a las que representan. Por ejemplo, Abraham Lincoln, que fue abogado, ayuda en la estrategia legal de la empresa cuando es necesario.

Esta empatía hacia sus creaciones se puede ver en uno de los momentos de desconexión del Lincoln, donde se palpa la compasión que tienen hacia él los protagonistas. “Apagar el Lincoln. Verlo… sin vida, como si lo hubiéramos matado de nuevo” (p.135) comentan. Del mismo modo, en el último tercio ya no hablan de desconexión y hay frases como “No quiero ver cómo asesinan a nuestra creación” (p. 219). Philip K. Dick no es ajeno a esta transición, como escritor de amplia cultura sabía el enfoque que quería trasladar y tampoco sorprende encontrar en la novela varias referencias a los filósofos Spinoza o Platón.

 

Capitalismo

En el artículo Philip K. Dick, entre la paranoia y el antibelicismo, publicado en El Salto, ya defendí que en la bibliografía de Dick se puede entrever una lectura anticapitalista, o al menos tremendamente desconfiada hacia el capitalismo cada vez más imperante que observó a su alrededor.

Dentro de la pequeña lucha comercial que se cuenta en Podemos fabricarte tampoco falta esa visión negra, cuando no irónica. El personaje de Barrows podría ser un ejemplo contemporáneo de los grandes e idolatrados empresarios de algunas compañías tecnológicas. Autor de un libro que mezcla autobiografía y autoayuda, es alguien temible y cobarde por igual, pero que tiene muy claro cómo ganarse la confianza de los demás. En un momento de la novela, el protagonista afirma sobre él “Está bien que todavía pueda sentirse identificado con la clase trabajadora, aunque ahora sea multimillonario” (p.49). Esta especie de hombre creado a sí mismo es mostrado en las dos facetas: agresivo en lo financiero y víctima vulnerable en su vida.

Dentro de la perspectiva que tiene el protagonista de la novela, no olvidemos que está narrada en primera persona, también se pueden ver otras pinceladas: “El alquiler de casas en esa clase de barrios bajos es uno de los mejores chanchullos con los que se puede ganar dinero en estos tiempos. Puedes recuperar entre un quinientos y un seiscientos por cien de la cantidad que hayas invertido”. Muchas de estas ideas no nos son ajenas a la hora de imaginar un entorno futuro que no deja de parecerse a los clásicos suburbios estadounidenses que suelen mostrarse en las películas, los mismos en los que creía vivir el protagonista de Tiempo desarticulado.

 

Realidad, momentos dickianos

En el aspecto de los momentos dickianos, cuando se duda de la realidad, se echa un poco abajo la repetida tesis de Philip K. Dick sobre que la realidad es aquello que continúa existiendo cuando despiertas. Quitando algunas novelas, son numerosas en las que sus personajes no están durmiendo cuando se enfrentan a los momentos de duda sobre si están viviendo certezas o ilusiones. Se podría decir incluso que son conocidos los periodos en los que el mismo autor creyó (¿o supo?) que su realidad había cambiado, y en ninguno de ellos dormía.

En Podemos fabricarte hay cuatro modelos de tensión entre realidad objetiva y subjetiva.

Uno de ellos, poco desarrollado, es el que sienten los androides, quienes saben en todo momento lo que son y se muestran serviles cuando van a ser apagados, pero no debaten ni muestran demasiadas dudas, más allá de presentar una continua melancolía.

Otro podría ser cuando el protagonista se hace pasar por androide en un par de ocasiones para crear una barrera de seguridad o desconcertar a alguien.

También, cuando el protagonista esta en terapia y es inducido a un estado mental en el que crea su propia realidad e interactúa con seres cercanos mientras es observado por los médicos.

Quizá el más interesante y cercano a la experiencia de desconcierto ocurre cuando la degeneración mental sacude al protagonista y durante un par de páginas vive dos realidades: charla con un familiar mientras en otro plano superpuesto coquetea con la mujer que desea. El lector sabe lo que ocurre, el protagonista a medias, pero unos párrafos se intercalan con otros y al igual que en Una mirada en la oscuridad la disociación es palpable y sabemos la causa. Lo que lleva al próximo punto, también cercano a esa magnífica novela.

 

Terapias

La mirada de Philip K. Dick sobre los tratamientos a enfermos en Podemos fabricarte no dista demasiado de la visión de Michel Foucault y su desconfianza hacia el gobierno y el uso de la denominación de enfermo para aislar individuos y encerrarlos en clínicas o prisiones. Philip K. Dick lo tiene claro y desde las primeras páginas el protagonista comunica una visión que no se aleja de la del autor “El gobierno tiene literalmente a decenas de miles de pacientes a lo largo de todo el país, y todos están muy ocupados tejiendo, pintando, bailando, haciendo joyas, encuadernando libros (…). Y todos los pacientes están ahí de forma involuntaria, obligados por la ley” (p.29). Los que han leído la recientemente reeditada Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos saben que las enfermedades mentales no fueron ajenas a la vida de Dick. La compasión que siempre sintió hacia sus protagonistas provoca de nuevo que narrador y autor compartan experiencias: “Me parece sorprendente la cantidad de gente que conozco que ha sufrido alguna enfermedad mental” (p.40).

En la novela vemos una lenta decadencia mental dibujada mediante la presión laboral y la obsesión por la joven. El paso de la autonomía al encierro temporal es lógico. Después, en la clínica se ve inducido a visiones del subconsciente en las que interactúa con la imagen mental que tiene de otras personas de cara a solucionar sus conflictos. A pesar de la supuesta fiabilidad de la terapia, Dick no es ajeno a que la mayor defensa que puede proponer un paciente es la autoconsciencia que lleva a manipular la mirada del observador.

lecturas philip k. dick

Tras enumerar los distintos aspectos de la novela que me parecen interesantes, queda agradecer a Minotauro que siga editando libros de Philip K. Dick sin la necesidad de publicarlos en caros tomos de lujo. La novela es de cómoda lectura y se agradece disfrutar del trabajo del traductor Juan Pascual, quien vuelve a mostrar tanta solvencia como conocimiento de la obra de Dick. Leer y releer estas novelas siempre es un placer, afrontar una historia de menos de 300 páginas llena de ideas y distintas lecturas es parte del encanto que a veces añoro en muchos libros de ciencia ficción.

Escríbeme a ekaitzortega(arroba)gmail.com

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