Nuevo orden: realidad, que no distopía

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Ver la película mexicana Nuevo orden es enfrentarse al horror. Lejos de cualquier intento por abrirse al gran público y con una promoción que avisa sobre lo que ocurrirá en el cine, se narra cómo las revueltas sociales acaban en fuertes actos violentos y la democracia deja paso a una dictadura militar. Hablo de horror porque esta es una de esas películas que se alejan del canon narrativo clásico, tienen más importancia las imágenes salvajes y el efecto que provocan en el espectador que la historia en sí misma.

La sinopsis no resulta demasiado novedosa. Comienza con una boda de clase alta en la que un antiguo sirviente que tiene a su mujer enferma aparece tras varios años para pedir dinero a la familia. Esto genera un pequeño conflicto, nada especialmente grave. Poco después la casa es asaltada por manifestantes que matan y roban de forma salvaje a decenas de asistentes. Desgraciadamente para la familia, la novia es secuestrada por militares que piden un rescate y es trasladada a un cuartel donde retienen a personas adineradas. Allí son vejados, torturados y violados. Mientras, una dictadura militar se hace cargo del país para controlar las revueltas.

Calificada como distópica en general, en Nuevo orden encontramos un enfoque que no resulta extraño. Se acopla sin problemas al presente con manifestaciones y revueltas que pueden detonar en una violencia de consecuencias inesperadas.

La tensión que imprime el direcor Michel Franco en Nuevo orden y las largas escenas en la boda, los trayectos por la ciudad o el cuartel del ejército recuerdan en algunas ocasiones a Hijos de los hombres. En ambas la violencia es continua ante unos personajes que tratan de salvarse en un mundo que parece acabarse. Es cierto que Nuevo orden es más seca y directa en la exposición, pero se puede sentir la conexión en algunos momentos. La prospección de pasado mañana que teóricamente nos acerca a la distopía está presente, pero el contraste con Hijo de los hombres puede ayudar a situarla.

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La primera diferencia entre ambas historias es que en Nuevo orden la ruptura con la realidad actual se muestra en un primer tercio y vemos sus efectos. Se debe apuntar que en la obra de Franco encontramos una historia que no tiene que ser futura, el planteamiento no extrañaría en el presente y hasta en un pasado no demasiado lejano. Casi podría indicarse con cierta sorna que el signo fantástico está en mostrar a unas víctimas de clase alta de forma principal. La tensión y violencia racial podría recordar, en dirección contraria, a golpes militares y linchamientos vistos recientemente en países sudamericanos.

Mark Fisher escribió en Realismo capitalista sobre la película de Alfonso Cuarón que «La catástrofe de Hijos de los hombres no es inminente ni es algo que ya haya ocurrido. Más bien se vive a medida que transcurre. El desastre no tiene un momento puntual. El mundo no termina con un golpe seco: más bien se va extinguiendo, se desmembra gradualmente, se desliza en un cataclismo lento. Las causas de la catástrofe, quién las sabe». Sin embargo, en Nuevo orden vemos todo el proceso: causa, catástrofe y sistema posterior.

Otra gran diferencia se encuentra en que en Nuevo orden no seguimos en el sistema neoliberal imperante, sino que se enfoca hacia un fordismo bajo un régimen dictatorial. Incluso en la violencia más extrema se mantiene el ansia por el dinero y los cuerpos se transforman en material a la espera de ser intercambiados por un rescate. El capitalismo en su forma más básica.

Nuevo orden no es una película de visionado fácil para aquellos que sufran con la violencia en pantalla. No existe la pirotecnia que tan bien maneja Alfonso Cuarón en Hijos de los hombres ni el artificio de la serie El colapso. Incluso se opta por un manejo de la violencia fuera de campo, pero no por eso menos cruda, y se asiste a un abanico doloroso en el que no hay posibilidad de disfrute para el espectador. Se desmonta hasta la opción del visionado cínico que tanto se extiende los últimos años.

A pesar del aparente caos y la sensación de que se asiste a un recorrido por todos los actos salvajes del ser humano, Nuevo orden no carece de ideología y quedan dos detalles a señalar. El primero es la sonrisa de la sirvienta que roba a los jefes cuando empieza el caos en la boda, el otro y más terrible es la supervivencia militar por encima de todo: da igual el tipo de revuelta o las atrocidades a ocultar, el poder del ejército se mantendrá en el país.

Del mismo modo, se intuye que ver esta película fuera de México varía la recepción, pero las claves quedan claras: la violencia sin sentido, la tensión racial, las diferencias sociales como mal imperante y la supremacía del ejército.

Nuevo orden es una obra complicada de ver, radical y que plantea un fin del sistema que bien podría ser el de cualquier país, pero sin abstracciones ni la inclusión de elementos fantásticos a pesar de lo socorrido que es hablar de distopía. Se nos dice que el horror está aquí y que tenemos todas las herramientas para crearlo en la misma estructura de la sociedad, pero también algo peor: antes o después volverá, porque siempre ocurre.

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