Saludar todas las mañanas por WhatsApp

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La mañana no empieza con el desayuno, la visita al gimnasio o el despertar de tus hijos, lo hace cuando se saluda a los compañeros de trabajo por Teams o WhatsApp. Uno de los cambios que se vivieron en el 2020 fue el paso definitivo o parcial al teletrabajo. Impulsado por el confinamiento, parece que ha venido para quedarse. Es un alivio para los que no se ven obligados a perder el tiempo en el trayecto al trabajo, pueden mudarse fuera de la ciudad o disfrutar de una mayor calidad de vida, pero en muchos casos también ha supuesto un debilitamiento en la barrera que separa la vida laboral de la personal.

El confinamiento domiciliario llevó a que muchos saludásemos a nuestros familiares a diario por WhatsApp. Un Hola significaba que no habíamos enfermado, seguíamos presentes y sanos un día más. Pero la inercia llevó a que en los grupos de trabajo ocurriese lo mismo sin que muchas veces nadie lo ordenase. De forma voluntaria alguien saludó un día y ya no hubo vuelta atrás.

El mismo acto tiene más de simbólico que efectivo. Puedes estar en la cama todavía, en el baño, comprando el pan… pero si has saludado, estás trabajando. Has pasado el torno. En todo este proceso ha existido una traslación, hemos dejado de existir en la realidad para cumplir lo que prometía la ciencia ficción: ahora somos digitales.

Confinamiento y disponibilidad

Muchos saben qué es tener un horario rígido de trabajo que cumplir. Estar en algunos momentos sentado en la mesa de la oficina o en un almacen fingiendo que se trabaja para llenar el tiempo hasta la hora de la salida aunque se hayan terminado todas las tareas. Pero con el teletrabajo no ocurre eso, es complicado saber si se está haciendo algo y los rituales que salvaguardan el sistema y no lo ponen en duda se pierden.

No existía previsión alguna por parte de empresas o el Estado y el teletrabajo sacudió casi todos los sectores laborales, públicos y privados. Esta reconfiguración tan traumática dividió a los trabajadores en dos segmentos: los que perdieron trabajo y los que aumentaron su volumen. Unos se vieron abocados a la espera y a rezar porque no se alargase la situación, otros a que se diluyese la separación entre vida privada y laboral. El comienzo de la jornada laboral estaba claro con ese Hola o Buenos días, el final no tanto.

Si no tenían nada que hacer en la vida aparte de estar en casa solo podía significar que siempre se contaba con tiempo para trabajar, aunque esto no viniese acompañado de un aumento de sueldo ni que se pagasen las horas extras. Arrimar el hombro se transformó en un regalar el tiempo.

El cambio supuestamente puntual se transformó hábito con el paso de los meses y la pandemia todavía no ha remitido. Como en cualquier crisis, un buen número de empresas han caído y la casi totalidad de los empleados se ha situado en una posición vulnerable. Los ancianos se quedaron con toda la soledad que huyó de los trabajadores y las herramientas digitales fueron clave en este nuevo contexto. Ahora estamos siempre conectados.

Actualidad y medidas de control

Productivity Score es el nombre de la nueva aplicación que ha lanzado Microsoft con el objetivo medir la productividad de los empleados. Para hacerlo analiza el uso que se realiza de herramientas como Teams, Microsoft Word, Outlook, Excel, Skype… así como los dispositivos desde los que se han utilizado. La función parece bien clara: analizar quién es rentable, o al menos en teoría.

Pocos trabajos delante del ordenador se pueden medir en base a la actividad que se realiza y en un gran número de ellos resulta imposible. ¿Un periodista solo trabaja cuándo escribe? ¿Un diseñador si mueve el ratón? ¿El tiempo leyendo la pantalla es tiempo muerto si no se interactúa con el equipo? Da la sensación de que estas herramientas conducen a la misma ficción que el presencialismo en el que debes disimular una tarea, aunque en esta ocasión sea para que un programa cuantifique tu labor.

De todas formas, siguen siendo medidas menos invasivas que las de conectar la cámara en todo momento o que se tenga acceso continuo a la pantalla del ordenador. La sospecha hacia el empleado es una desgracia que se vive en un gran número de empresas, sobre todo en aquellas donde es complicado saber cuánto se ha trabajado realmente, y parece difícil que acabe pronto.

Seguramente, poco puede hacer el trabajador si la empresa usa estas herramientas. La posición de desventaja es absoluta y, claro, puede ser anulado el teletrabajo en cualquier momento. Si ya resulta casual el número de empresas que pagan la luz a los trabajadores, más todavía puede ser el tener la posibilidad de protegerse y limitar las herramientas de control.

El mundo laboral se está desplazando hacia un nuevo campo poco conocido por la mayoría de empresas. Solo un bajo porcentaje han explorado anteriormente el teletrabajo y es comprensible la desconfianza ante el nuevo contexto. Es necesaria la búsqueda de una transición plácida y que sitúe la confortabilidad de todos en el centro, porque en la situación se corren importantes riesgos para los distintos participantes en el mercado laboral.

Al desempleo se le puede sumar la mayor movilidad entre empresas. El descontento ha disparado la búsqueda de empleo ante una transición que ha iluminado aspectos que no se afrontaban (vida incómoda en grandes ciudades, horarios excesivos, relaciones con compañeros…) y una nueva situación laboral ha roto el pacto, incómodo o no, existente hasta la fecha. ¿Queremos seguir viviendo así? Esa es la gran pregunta de este momento y la tan citada frase de coaching que iguala crisis con oportunidad puede ser el gran problema para los negocios que no realicen una transición adecuada hacia el nuevo paradigma.

2021 asoma como el año de la duda sobre si volver al trabajo presencial a pesar de haberse demostrado una productividad similar durante la época de teletrabajo. La amenaza de vuelta obligatoria puede parecer arbitraria en algunos casos y habrá quien opte por la voluntariedad, los turnos y otras opciones consensuadas. Pero quizá se avecina otra importante crisis para las empresas: tras la sanitaria y la económica llegará la de los empleados disconformes y que ven en el mercado un aumento del número de empresas que ofrecen teletrabajo. Esto supondrá la salida de muchos y, lo más lógico, es que se empiecen a marchar los más competentes.

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