Sin perspectiva de la pandemia

deep impact

«No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más nadar. 67 años. Han pasado 17 de los 50. Son 17 años más de los que yo quería o necesitaba. Aburrido. Estoy siempre insoportable. No soy divertido para nadie. Te estás volviendo codicioso. Compórtate de acuerdo con tu avanzada edad. Relájate, no te va a doler«.

(Carta de suicidio de Hunter S. Thompson)

Salimos a la calle con ilusión y mascarillas para disfrutar nuestros primeros momentos de libertad, fotografiamos la falta de coches, los deportistas, las parejas o a los niños. Pasamos el filtro de Instagram en busca del mejor contraste, escribimos un texto optimista y, para completar la acción, damos like al contenido ajeno similar con la esperanza de que el nuestro también reciba la aprobación.

Así deben ser las ciudades, volvemos a las calles, qué placer reencontrarse contigo, nunca he visto más bonita esta zona… Los discursos blandos son comunes y constantes, como si el tiempo transcurrido desde la crisis fuese mayor y sin que todavía hayamos pasado siquiera por el duelo. Todas las publicaciones que vemos en redes sociales están sacadas desde una fase más de la pandemia, sin ser conscientes de que todavía nos encontramos en una parte de la explosión, ajenos al apocalipsis del que formamos parte.

No debemos olvidar que en el baremo de la historia todavía estamos en plena catástrofe con centenares de muertes diarias y miles por llegar, pero parece que nos encontramos en una dulce inopia alentada con la idea de mantener una serie de hábitos sociales, sean capitalistas o ideológicos. Hemos visto distintos planteamientos desde el ámbito político para promover nuestro comportamiento. Somos héroes, guerreros o prisioneros en función del partido político que nos hable, pero rara vez se nos dice que somos víctimas o números y que debemos afrontar el dolor.

Como nos hemos acostumbrado a buscar el símil cinematográfico, podemos decir que ha caído el meteorito de Deep Impact pero no ha llegado todavía el tsunami. En el conocido fotograma de la ola arrasando la ciudad, somos el señor con el periódico, de espaldas a lo que llega mientras lee los medios que no hablan de esa ola, sino solo del pasado.

En las últimas semanas hemos leído algunos textos que ponen en duda los discursos de poder o lo fácil que se ha asumido por parte de la sociedad. No sé hasta qué punto es certero el razonamiento. En ocasiones pienso que la causa proviene de la necesidad de entablar un discurso aparentemente sólido en nuestras importantísimas publicaciones en redes sociales y no mostrar que somos víctimas de una horrible inquietud promovida por el desconcierto ante lo que está ocurriendo. Queremos mostrar que somos especialistas en pruebas de la COVID-19, mascarillas, geopolítica de China o cualquier factor que influya en este momento. Igual que cometimos el error de fiarnos del enfado de Lorenzo Milá antes de que sufriésemos miles de muertes, cualquier discurso que parezca seguro puede servirnos.

No es cuestión de ser agorero, sino de afrontar la situación para entender que la calma va a llegar en un futuro que no será cercano, seguramente tampoco utópico y para nada normal. Pero no digamos nuevo normal, sino distinto. Aunque genere temor esa palabra.

Escríbeme a ekaitzortega(arroba)gmail.com

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