El debut de W. H. Hodgson: Los botes del «Glen Carrig»

Tras La casa en el confín de la tierra y Los piratas fantasmas me quedaba por leer la primera obra que escribió William Hope Hodgson para así completar la llamada Trilogía del abismo. Esta novela, Los botes del «Glen Carrig», es la más extensa de las tres y en ella se pueden encontrar detalles y atmósferas que anticipan las obras posteriores del autor, pero también múltiples excesos que transmiten la bisoñez que adolecía por entonces.

La sinopsis de la que parte es sencilla: una embarcación de rudos marineros recorre un río desconocido y rodeado de vegetación hasta que son atacados por fenómenos asombrosos. A partir de ahí, la voz en primera persona del marinero protagonista narra los numerosos conflictos que azotan a la tripulación y el ambiente cada vez más fantasmagórico y sobrenatural que encuentran.

Los botes del «Glen Carrig» fue escrita en 1907, pero en realidad parece anterior. En caso de desconocer el contexto sería fácil encuadrarla en la época del Romanticismo más decadente, cuando el exceso retórico y las vueltas descriptivas se acumulaban. Esta novela de Hodgson es muy ambiciosa desde las primeras páginas, pero pronto se hace evidente la incapacidad del escritor para manejarla y encontrar un estilo propio.

El contrate con Los piratas fantasmas es grande. Si esa novela es morosa en descripciones, fluye llena de frases cortas y la acción transcurre sin apenas pausa; en esta existen largos párrafos descriptivos que pueden servir como cura al insomnio. También hay movimiento y tensión, pero quedan ensombrecidos por un ritmo lento que elimina la soltura necesaria para que el lector actual sienta suspense.

El mar, los barcos, los naturaleza sin explorar, una mirada absolutamente masculina, momentos de irrealidad… Muchos son los elementos habituales del autor que se pueden encontrar en Los botes del «Glen Carrig», pero el enfoque tan excesivamente pausado y la narración algo dispersa juegan en su contra. Aun así, su desbordante imaginación permite a Hodgson crear situaciones que por entonces eran novedosas y consigue que algunas páginas sean dignas de admiración gracias a las herramientas narrativas que utiliza. Desgraciadamente, la descompensación entre forma y fondo es la mayor que he encontrado entre las lecturas del autor.

Como se puede comprobar, no es una novela que me haya gustado demasiado. Su extensión y el ritmo la hacen poco recomendable para los que no han leído anteriormente nada de un autor que tiene obras mejores en todos los aspectos. Esta novela resulta primeriza y adecuada solo para los que queremos leer y estudiar a un escritor tan interesante como W. H. Hodgson.

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